El factoring es una práctica financiera en la que una empresa vende sus cuentas por cobrar (facturas u otras cuentas por cobrar) a un banco o institución financiera especializada en factoring, conocido como factor. El factor, a su vez, adquiere las facturas a un valor descontado de su valor nominal, proporcionando así un anticipo de fondos a la empresa vendedora, normalmente entre el 70 y el 90% del valor de la factura. Cuando el cliente paga la factura, el factor pasa el saldo (30% a 10%) a la empresa que vendió la factura, deduciendo el descuento acordado y los cargos por el servicio prestado. Es decir, el factoring permite a las empresas obtener efectivo inmediato a cambio de sus cuentas por cobrar, sin tener que esperar a los plazos de pago acordados con sus clientes. De esta manera, la empresa vendedora obtiene capital para financiar sus operaciones, mientras que el factor se beneficia al recibir de los deudores el valor total de las facturas cuando pagan, que es una cantidad mayor a lo que pagó para comprar la factura.
Al utilizar el Factoring, la empresa transfiere el derecho a recibir el pago de la factura al factor (la entidad que compra la factura), el cual asume, o no, el riesgo de impago por parte de los deudores, dependiendo de si el Factoring se realiza sin recurso, o con recurso.
En el caso del Factoring sin recurso, el riesgo pasa al factor porque, si el cliente no paga la factura, la empresa que emitió y vendió la factura no está obligada a asumir la deuda y recomprar la factura. En este caso, la responsabilidad del cobro de la factura pasa al factor.
El factoraje con recurso implica que, a pesar de la venta de la factura, el riesgo de impago de la factura permanece por parte de la empresa que emite y vende la factura, ya que, si el cliente no paga la factura, la empresa tiene asumir la deuda mediante la recompra de la factura, por lo que sigue siendo el responsable último del cobro de la factura.
El factoring es comúnmente utilizado por empresas que enfrentan dificultades de flujo de caja debido a pagos retrasados o prolongados de los clientes o que tienen capital "inmovilizado" en las facturas debido a plazos de pago prolongados o clientes que pagan lentamente.
El factoring tradicional implica la negociación y celebración de un contrato entre la empresa originadora y un banco o entidad financiera especializada en factoring. Habitualmente, los bancos y entidades de factoring exigen la inclusión en el contrato de un volumen mínimo muy elevado de facturas, normalmente del orden de varios cientos de miles de euros, lo que en muchos casos implica la inclusión de la totalidad de las cuentas a cobrar de una empresa, o al menos. , todas las cuentas por cobrar de grandes clientes. Además, el factoring puede incluir servicios adicionales, como la gestión de cuentas por cobrar, el cobro de importes adeudados y el análisis del crédito de los deudores. Sin embargo, es importante resaltar que las características y términos del factoring pueden variar según el país y las negociaciones entre las partes involucradas.